Seguro escuchaste hablar del Síndrome del nido vacío, ese momento en el que los hijos se van de casa y comienzan a hacer su propia vida, mientras los padres sienten una soledad difícil de llenar. Pero hoy no les vine a hablar de eso, sino todo lo contrario.

El Síndrome de nido lleno va de la mano del Síndrome de Peter Pan: hijos que pasan la barrera de los 30 años y no se van de casa. Y en algunos casos, forman su propia familia en el hogar de sus papás. Entonces, además del hijo, los padres tienen en casa a la nuera o yerno y, más tarde, a los nietos.


El nido lleno se produce generalmente con jóvenes que trabajan y son “económicamente independientes” pero que siguen viviendo en la casa de sus padres, por lo cual hay gastos que no cubren ellos mismos. Es un estado de comodidad que impide al joven crecer e independizarse.

Consultamos con la Dra. María Alejandra Rodríguez Zía, quien asegura que entre el Síndrome de nido lleno (lo que sufren los padres) y el Síndrome de Peter Pan (por parte de los hijos) hay una especie de “guerra energética”. Mientras la energía del joven alcanza y sobra para invadir, dominar y demandar a los padres, los mayores sufren una merma de sus energías y se doblegan con más facilidad ante la voluntad (y, por qué no, caprichos) de los más jóvenes.

Cómo afecta el nido lleno a los padres

Esta situación produce un estrés familiar que agrava las tensiones en la relación padres-hijos. Los padres no encuentran tiempo ni espacio para vivir su adultez a causa de esos hijos que se han eternizado viviendo en casa.

Es lo más parecido a una relación parasitaria, donde el joven le quita posibilidad de desarrollo al adulto, de acuerdo a su edad y sus méritos. Estos “kidults” (mezcla de kid -niño- y adult -adulto-) afectan a los padres mayores de 50 años. Entre otras cuestiones, los adultos carecen de tiempo y espacio para el ocio, sufren ante la responsabilidad excesiva y no tienen posibilidad de delegar ninguna tarea.

Los jóvenes con Síndrome de Peter Pan tienen las siguientes características:


1. Están enviciados con la comodidad

La pregunta es fácil de responder para ellos, los chicos-que-no-crecen: “¿Para qué me voy a ir si estoy cómodo en casa? Claro, hay lugar de sobra y el espacio personal está asegurado. Entre el trabajo, las salidas y otras actividades, el tiempo que el joven pasa en casa puede ser poco, pero la huella de su presencia, el no independizarse totalmente, afecta igualmente a los padres.

2. Trabajan para pagarse sus gustos

No son el sostén principal del hogar, o en otras palabras, “no se ponen la familia al hombro”. Esa tarea le sigue correspondiendo a sus padres. Estos jóvenes Peter Pan trabajan solo para pagarse sus propios gastos, pero rara vez aportan un dinero significativo para los gastos del hogar.

3. No tienen una pasión o misión en la vida

En general, estos jóvenes que todavía viven en casa (y no se van), carecen de una misión de vida que les permita independizarse o tomar su propio rumbo. No piensan en cuestiones profesionales o proyectos personales a futuro, sino que están cómodos ahí, donde y como están.

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Qué hacer ante el Síndrome de Nido Lleno

La solución a este Síndrome está en la crianza, desarrollando desde la infancia un concepto claro de autoindependencia, otorgando libertad y responsabilidad a los hijos de acuerdo a la edad. Es esencial que el chico cuente con criterios propios y que pueda generar sus propios mandatos de acuerdo a la vida que planifica tener.

Primero se debe profundizar en una autoindependencia emocional que conllevará a una autoindependencia económica. Nunca al revés. Además, es importante que los padres puedan trabajar su propio equilibrio emocional: ellos son los líderes y a partir de esa figura podrán traspasar y enseñar al niño a lograr su propio equilibrio emocional.

¿Conocías el Síndrome del nido vacío?

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